No hay maldad absoluta en el universo; no hay siquiera maldad; hay sólo «grados de bondad», y un grado de bondad puede ser maldad con relación a otro grado de bondad muy superior. Un hombre muy bueno resultaría opaco, imperfecto ante la bondad maravillosa de San Francisco de Asís… ¡Como la nieve de las calles resultaría opaca y obscura ante la nieve de la montaña!