construcción ideológica según la cual sería más apetecible una carne joven que la carne vieja sino los signos visibles reales materiales de la caída de lo que fue firme y ahora es fugitivo–, pero creo que no es cierto: puede ser que la visión de lo arruinado me haya permitido percibir aquello que la lozanía supo disimular, pero, aun así, ahora que lo he visto, no puedo entender cómo me pasé tantos años sin entender que un cuerpo es un objeto inverosímil, una reunión de caprichitos.
La