Para hacer posible el verdadero silencio interior, practica lo siguiente:
El silencio de los ojos, buscando siempre la belleza y bondad de Dios en todas partes, cerrándolos a las faltas de los demás y a todo lo que es pecaminoso y perturbador para el alma.
El silencio de los oídos, escuchando siempre la voz de Dios y el llanto de los pobres y de los necesitados, cerrándolos a todas las otras voces que provienen de la naturaleza humana decadente, tales como las habladurías, los chismes y las palabras poco caritativas.
El silencio de la lengua, alabando a Dios y diciendo la Palabra de Dios, dadora