Una vez abierta la ventana, no intentéis cerrarla; al contrario, abridla de par en par. Pues el aburrimiento habla el lenguaje del tiempo y vais a aprender la lección más valiosa de vuestras vidas, la lección que aquí, en estos verdes céspedes, no os han enseñado: la de vuestra absoluta intrascendencia. Una lección tan válida para vosotros como para aquellos con quienes os codeéis. «Eres finito –dice el tiempo con la voz del aburrimiento–, y cualquier cosa que hagas, desde mi punto de vista, es vana».