Y eso que su marido era rico y guapo –dijo él, todavía conmocionado por la noticia–. Qué vergüenza, y además con un pakistaní. Esto me confirma en mi deseo de casarme con una mujer muy joven. Tiene que estar intacta y tendré que conducirla con mano dura –concluyó convencido.
–Pero, ¿y el asesinato? –objetó Leila.
–Ella pecó primero.
Leila también quiere ser joven y estar intacta. Le aterra ser descubierta.