Saber y no saber, tener plena conciencia de algo que sabes que es verdad y al mismo tiempo contar mentiras cuidadosamente elaboradas, mantener a la vez dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer en ambas, utilizar la lógica en contra de la lógica, repudiar la moralidad en nombre de la moralidad misma, creer que la democracia era imposible y que el Partido era el garante de la democracia, olvidar lo que hacía falta olvidar y luego recordarlo cuando hacía falta, para luego olvidarlo otra vez. Y, por encima de todo, aplicar ese mismo proceso al propio proceso. Esa era la mayor sutileza: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego, una vez más, volverse inconsciente del acto de hipnosis que acababas de realizar. Incluso la comprensión del término «doblepiensa» implicaba el uso del doblepiensa.