los profetas, objeto a posteriori de la veneración de Israel, debieron de ser en su tiempo energúmenos fastidiosos al estilo de Jamie, que rezongan sin cesar, exhiben sus llagas de manera indecente, joroban al mundo con su exigencia y su miseria; no en vano el nombre de Jeremías ha acuñado en el lenguaje corriente la palabra «jeremiada».