Y a mí me gusta el sonido de las teclas porque, entre otras muchas cosas, ellas me permiten escribir para reivindicar el poder político que acompaña a esta periferia, para hacerlo compartido y enfrentarlo desde la escritura, para hacer reflexivas algunas de las condiciones en las que se relacionan las mujeres con las máquinas y la creación a través de los clásicos y contemporáneos aparatos de gestión de la vida cotidiana