Cuando Vanja tenía más o menos ocho meses empezó a tener fuertes estallidos emocionales, a veces casi arrebatos. En esos casos resultaba imposible llegar hasta ella, gritaba sin cesar. Lo único que podíamos hacer era tenerla en brazos hasta que se le hubiera pasado. No es fácil saber a qué se debía, pero ocurría a menudo cuando había recibido muchas impresiones nuevas,