La cultura contemporánea está llena de matices, de pudores, de correcciones varias, de considerandos y consideraciones que le impiden decir que tantas cosas –personas, actitudes, libros, películas, sistemas sociales, una filosofía, un negocio, más personas– son absolutamente inútiles. El cuerpo en cambio no se corta: cagar es opinar rotundo, sin matices.