Fumar era una forma de llenar la vida y, esa noche, ni siquiera valía la pena engañarme con esta esperanza.
Domingo. Otro domingo de la vida de un ser invisible. Suena peor de lo que es, pues son comunes e inofensivas estas veinticuatro horas de alguien que no deja sombras. Podría decir incluso que me gustan estas circunstancias, que tienen momentos apreciables, que me reconozco en ellas.
No he recibido mensajes hace días. La ciudad es la misma; soy el de siempre. La vida a secas. Miro la enorme cantidad de hormigas que caminan por el suelo.