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Antonio González Paz

Vivir como un niño

Conservar vivo el niño que uno fue no es fácil. Todo parece estar confabulado para que acabemos enterrando los sueños, las ilusiones, el corazón, en nombre de la madurez, la profesionalidad y la eficacia. Y ser un niño es más bien todo lo contrario. Es ser capaz de imaginar un futuro distinto al pasado que se fue y al presente que nos apremia.
122 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2014
Año de publicación
2014
Editorial
PPC Editorial
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Citas

  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    El diálogo entre el Principito y el aviador era inviable. Hablaban el mismo idioma, pero para cada uno las palabras tenían un contenido semántico distinto. El chaval resumió con precisión la situación: «Hablas como una persona mayor», y así no hay forma de entenderse.

    Este diálogo imposible recuerda a algunos de los que aparecen en el evangelio de san Juan. Mientras la samaritana habla del agua que apaga la sed, Jesús lo hace de la que sacia el corazón (Jn 4,7-15); mientras los discípulos hablan de un alimento que quita el hambre, Jesús se refiere al sustento que da sentido a la vida (Jn 4,31-34); mientras Marta habla de la muerte, Jesús habla de la fe que da vida eterna (Jn 11,24-27); mientras Nicodemo habla del nacimiento del vientre materno, Jesús habla del que se hace del agua y del Espíritu...

    Mientras el Principito hablaba con el aviador, un dolor profundo le iba invadiendo. Se sentía realmente incomprendido. La congoja que le atenazaba el corazón acabó manifestándose en cálidas y abundantes lágrimas que rodaron por sus mejillas. Su impotencia le hizo sollozar convulsamente.

    Lo que no habían conseguido las palabras lo lograron las lágrimas. El piloto se sintió ridículo y desarmado. Tiró las herramientas y abandonando definitivamente el mundo de
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    LAS LÁGRIMAS DE UN PRÍNCIPE

    Gracias a la ovejita, el problema de los baobabs estaba solucionado: ella se los comería. Pero una nueva preocupación vino a turbar al Principito: podía comerse también la rosa, a pesar de las espinas... Para el piloto la única preocupación era arreglar cuanto antes la avería de su avión.

    El Principito expuso al aviador sus inquietudes:

    –¿Para qué sirven las espinas?

    Yo estaba cabreado con el tornillo y le respondí una tontería:

    –Las espinas no sirven para nada. Son expresión de la maldad de las flores.

    –¡No me digas!

    Guardó silencio y luego me espetó con cierto rencor:

    –No te puedo creer. Las flores son frágiles, inocentes. Se defienden como pueden. Se creen invencibles gracias a sus espinas.

    No le contesté. En ese momento me estaba diciendo: «Si este tornillo se sigue resistiendo lo haré saltar a martillazos». El Principito interrumpió una vez más mis pensamientos:

    –Crees que las flores...

    –¡No, hombre, no! Yo no creo nada. Te he dicho lo primero que se me ha pasado por la cabeza. Solo me ocupo de cosas importantes.

    Me miró desconcertado:

    –De cosas importantes...

    Me veía con un martillo en la mano, los dedos pringados de grasa, inclinado sobre un cacharro que le parecía horrible...

    –Hablas como una persona mayor.

    Me sentí un poco avergonzado (...).

    Se puso colorado y añadió:

    –Cuando alguien quiere a una flor de la que no existe más que un ejemplar en millones y millones de estrellas, le basta mirar al cielo para sentirse feliz. Se dice a sí mismo: «Mi flor está allí, por ahí arriba». Si una oveja se come esa flor, para él, es como si de pronto se apagaran todas las estrellas. ¡Y eso no te importa!

    No pudo seguir hablando. Estalló bruscamente en sollozos (...). Lo cogí en brazos. Lo achuché. Le dije: «La flor que tú quieres no está en peligro... Voy a dibujar un bozal para tu oveja, una protección para tu flor». No sabía cómo consolarlo, ni tranquilizarlo... ¡Es tan desconcertante el mundo de las lágrimas!

    EL DESCONCERTANTE MUNDO DE LAS LÁGRIMAS

    Los hombres no siempre estamos de acuerdo en lo que juzgamos como una cosa seria e importante. Para el aviador lo
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    No os ajustéis a este mundo, antes transformaos con una mentalidad nueva, para discernir lo que es bueno, aceptable y perfecto (Rom 12,2).

    Discernir lo que es mejor y quedaos con ello (Flp 1,10).

    Quizá si las Consejerías de Educación de las diversas Autonomías se concienciaran de la importancia de educar en la vigilancia y el discernimiento promoverían una campaña de nivel nacional advirtiendo: «¡Niños!, tened cuidado con los baobabs».

    LA PUESTA DE SOL

    Al Principito le encantaban las puestas de sol. Como su planeta era muy pequeño, le bastaba mover un poquito su silla para contemplarlas cuando le apetecía:

    El cuarto día por la mañana, me dijiste:

    –Me encantan las puestas de sol. Vamos a ir a ver una.

    –Tendremos que esperar...

    –¿Esperar a qué?

    –Esperar a que caiga la tarde.

    Al principio te quedaste muy sorprendido, y luego acabaste riéndote de ti mismo y confesando:

    –¡Me creía en mi tierra! (...).

    –Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces.

    Unos instantes más tarde añadiste:

    –Cuando uno está triste le gusta ver la puesta de sol.

    –¿Estabas muy triste el día que viste cuarenta y tres?

    El Principito no me contestó.

    LA MAGIA DEL ATARDECER

    La puesta de sol es, probablemente, uno de los momentos más hermosos de la jornada. Toda la creación va recogiéndose, perdiendo color y ensimismándose para despedirse de la luz.

    Al Principito le gustaban mucho las puestas de sol. Disfrutaba viendo el sol poniente, el cielo arrebolado y sintiendo en la piel la brisa de la tarde. Tanta belleza le sobrecogía y le esponjaba el corazón.

    En su pequeño planeta, un leve movimiento le permitía contemplar el crepúsculo todas las veces que quisiera. Extasiado ante tanta belleza era capaz de superar la tristeza.

    Difícilmente podríamos calcular la profundidad de su pena el día que vio cuarenta y tres atardeceres... Probablemente hasta el lector más adulto renuncie a intentarlo.

    El atardecer es también un momento privilegiado para encontrarse con Dios. Concluidos los trabajos de la jornada y an
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