Cincuenta años después del nacimiento de Tennyson fue saludado un gran poeta por aquella aclamación unánime que incluye un mero clamor. Cincuenta años más, y su centenario fue marcado por una nueva detracción. A veces es difícil distinguir la obscura pero no desmaterial ley del cambio de la triste costumbre de la reacción. El cambio no falla y no descansa, la reacción late de un lado a otro, parpadeando sobre la mente en movimiento del mundo. La reacción -la mezquina precipitación de la multitud-, más que la novedad del cambio, ha producido un fermento y una corrupción de la opinión sobre la poesía de Tennyson. Puede decirse que la opinión es la misma ahora que a mediados del siglo xix, la misma, pero cambiada. Todo lo que no valía la pena tener de admiración entonces se ha desvanecido en la detracción ahora. No tiene más importancia, acre, que era, dulce. Lo que la reunión de opinión dio ayer es capaz de quitar hoy, eso y nada más.