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Libros
Juan Calvino

El libro de Oro de la verdadera vida cristiana

  • calsoyneta77compartió una citahace 7 años
    El veneno más efectivo que lleva a los hombres a la ruina es el hecho de jactarse en sí mismos, en el poder y la sabiduría humana
  • Mishu Herreracompartió una citahace 13 días
    en la más amarga de nuestras pruebas deberíamos disfrutar de la misericordia y bondad de nuestro Padre, pues ni aun en las circunstancias más duras deja de preocuparse por nuestro bienestar.
  • Mishu Herreracompartió una citahace 13 días
    nuestra fe es probada por medio de las tribulaciones, así como se prueba el oro por fuego.
  • Mishu Herreracompartió una citahace 13 días
    Ser arrebatados del amor a nuestro “ego” resulta sumamente provechoso, pues así nos damos cuenta de nuestra propia debilidad y, por lo tanto, dejamos de confiar en nosotros mismos para comenzar a poner toda nuestra confianza en Dios.
  • Mishu Herreracompartió una citahace 13 días
    Cuanto más seamos afligidos por las adversidades, más será confirmada nuestra comunión con Cristo.
  • Mishu Herreracompartió una citael mes pasado
    Ningún miembro del cuerpo mantiene su fuerza para sí mismo, ni la aplica para su uso exclusivo, sino solamente para el provecho de los demás.
  • Mishu Herreracompartió una citael mes pasado
    Busquemos, más bien, el provecho de los demás, y aun en forma voluntaria renunciemos a nuestros derechos por el bien de nuestro prójimo.
  • Mishu Herreracompartió una citahace 2 meses
    Es el deber de todo creyente presentar su cuerpo como un sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, como indica la Escritura. En esto consiste la verdadera adoración.
  • Mishu Herreracompartió una citahace 2 meses
    el deber de todo creyente presentar su cuerpo como un sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, como indica la Escritura. En esto consiste la verdadera adoración.
  • Mishu Herreracompartió una citahace 2 meses
    Puesto que Cristo nos ha unido a Su cuerpo como miembros, deberíamos desear fervientemente no desagradarle en nada. Cristo, nuestra Cabeza, ha ascendido a los cielos; por lo tanto deberíamos dejar atrás los deseos de la carne y elevar nuestros corazones a Él.
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