nominar el cambio climático como Antropoceno (el humano convertido en agente geológico del planeta, debido a su efecto devastador sobre el ambiente) es una manera de limpiar responsabilidades históricas y políticas, ya que pone en pie de igualdad siglos de contaminación y extractivismo colonial-capitalista con poblaciones (también «humanas») de regiones pobres y marginadas, cuya huella de carbono es prácticamente nula. En la estéril burbuja de las universidades norteamericanas, muchos profesores y respetados investigadores piensan que enuncian una verdad copernicana de alto tenor político cuando afirman que el Antropoceno es en realidad responsabilidad del capitalismo en general y del hombre occidental en particular, y por eso debe ser rebautizado como Capitaloceno o Androceno. Pero estos académicos ignoran que, para muchos hombres, grandes CEO y empresarios de Europa y Estados Unidos, volver a ser restituidos al papel de esencia de la humanidad (¡la era geológica del hombre!, ¡la era geológica del capital!) es un alto motivo de orgullo y festejo. Porque el gran argumento a favor de los Homo Deus de Silicon Valley es precisamente ese: si la tecnología y el capitalismo fueron los causantes del desastre ambiental, solo más capitalismo y más tecnología (manipulados por la brillante pericia de los CEO de California) serán capaces de solucionarlo.