No siempre sucede, pero hay instantes en los que las historias empiezan a transformarse en otra cosa, en los que un periodista debe deponer las ideas que tenía acerca de aquello que iba a contar, admitir que ha perdido el control y cambiar de rumbo. Ese instante llegó para Capote cuando vio a los dos hombres esposados descender del auto de la policía. La historia dejó de ser la historia de Holcomb y empezó a ser la de los asesinos. Ese viraje lo cambió todo. En el libro y en su vida.