José María Arguedas

Los ríos profundos

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Los ríos profundos narra el proceso de aprendizaje de Ernesto, un muchacho de catorce años, que tiene que enfrentarse a las injusticias del mundo adulto del que empieza a formar parte y en el que debe elegir su futuro.
Ernesto es hijo de un abogado errante, siempre perseguido por enemigos políticos. Encuentra protección en una comunidad indígena hasta que el padre lo recoge y lo lleva consigo de pueblo en pueblo. Finalmente lo interna, en Abancay, en un colegio de religiosos. Desde ese momento describe recuerdos del pasado  — de los diversos poblados indígenas —  y la etapa de su vida en el colegio, cuyo ambiente es sombrío y muchas veces repugnante.
El desarrollo del argumento pasa por la evocación de la época anterior al internado hasta la toma de conciencia de un Ernesto adulto que debe escoger entre el mundo andino y la clase hacendada.
La personalidad ambivalente del protagonista, su pertenencia real a la clase de los blancos y su identificación con la cultura indígena, hace del relato uno de los más desgarradores dentro de las letras hispanoamericanas. De la misma manera, la excelencia del lenguaje utilizado por el autor, donde también se entrelazan estos dos mundos, en ocasiones su estilo “traduce” al español el habla peculiar del indio mediante una recreación estética, demuestra la maestría de Arguedas como narrador, y justifica su lugar de privilegio dentro de los actuales escritores latinoamericanos más importantes.
Los ríos profundos es la tercera novela del escritor peruano José María Arguedas. Publicada por la Editorial Losada en Buenos Aires (1958), recibió en el Perú el Premio Nacional de Fomento a la Cultura “Ricardo Palma” (1959) y fue finalista en Estados Unidos del premio William Faulkner (1963).
Este libro no está disponible por el momento.
309 páginas impresas
Publicación original
2013
Año de publicación
2013
Editorial
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Citas

  • Jair Alburquerque Balderascompartió una citahace 3 años
    Me acordé, entonces, de las canciones quechuas que repiten una frase patética constante: «yawar mayu», río de sangre; «yawar unu», agua sangrienta; «puk-tik’ yawar k’ocha», lago de sangre que hierve; «yawar wek’e», lágrimas de sangre. ¿Acaso no podría decirse «yawar rumi», piedra de sangre, o «puk’tik yawar rumi», piedra de sangre hirviente
  • Jair Alburquerque Balderascompartió una citahace 3 años
    El Viejo ha clamado y me ha pedido perdón —dijo—. Pero sé que es un cocodrilo. Nos iremos mañana. Dice que todas las habitaciones del primer patio están llenas de muebles, de costales y de cachivaches; que ha hecho bajar para mí la gran cuja de su padre. Son cuentos. Pero yo soy cristiano, y tendremos que oír misa, al amanecer, con el Viejo, en la catedral. Nos iremos enseguida. No veníamos al Cuzco; estamos de paso a Abancay. Seguiremos viaje. Este es el palacio de Inca Roca. La Plaza de Armas está cerca. Vamos despacio. Iremos también a ver el templo de Acllahuasi. El Cuzco está igual. Siguen orinando aquí los borrachos y los transeúntes. Más tarde habrá aquí otras fetideces... Mejor es el recuerdo. Vamos
  • Jair Alburquerque Balderascompartió una citahace 3 años
    Deben de ser. No existían antes. Atrás está la fortaleza, el Sacsayhuaman. ¡No lo podrás ver! Nos vamos temprano. De noche no es posible ir. Las murallas son peligrosas. Dicen que devoran a los niños. Pero las piedras son como las del palacio de Inca Roca, aunque cada una es más alta que la cima del palacio

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