Cójase una masa familiar, trabajada a mano, y añádanse los siguientes ingredientes en abundancia, sin escatimar: amor humor, secretos, traiciones, disparates, pequeños dramas y grandes alegrías… Debe cocerse a fuego vivo, riendo, cantando y dando voces. Imprescindible el acento napolitano. Querido comensal…, es decir, querido lector: aquí te sirvo los avatares de una humilde familia napolitana trasplantada a Buenos Aires a comienzos de los años cincuenta. Un plato…, o sea, una historia sencilla pero irresistible contada en primera persona por Andrea, el hijo de la familia, quien tendrá la difícil tarea de conciliar los dos mundos en los que le ha tocado vivir: Argentina y el Nápoles del que no acaban de marcharse nunca sus padres y sus tíos y que se encarna en la popular y humilde Pizzería Vesubio. ¡Buen provecho! Ya verás como querrás repetir… digo ¡recomendarla!