¿Qué, cuándo o quien habrá grabado en mi memoria cromosómica y en mis archivos genéticos aquello que me hace sentir tan familiar y tan entrañable todo lo mediterráneo, específicamente lo italiano y lo griego? ¿Puede viajar en el espacio-tiempo un gusto congénito hereditario reconocible? ¿O se trata de una transferencia cultural adoptada conscientemente? ¿Cómo es que el paisaje mediterráneo me resulta tan conocido; que su música me entona las cuerdas interiores; que la lengua latina me es tan propicia para expresar mis más hondas señales anímicas y espirituales y me musicaliza la palabra? Porque… Porque resulta que cuando visito esos lugares, los recuerdo (aunque nunca haya estado allí en el curso de mi vida presente); los conozco, me siento como “de regreso” en ellos experimento una sensación inequívoca de pertenencia que no admite explicaciones racionales.