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Paul Auster

La trilogía de Nueva York

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«Todo empezó por un número equivocado, el teléfono sonó tres veces en la mitad de la noche y la voz al otro lado preguntó por alguien que no era él.» Así comienza La ciudad de cristal, primera de las tres novelas que conforman La trilogía de Nueva York. A Daniel Quinn, escritor de literatura policíaca, su interlocutor telefónico lo toma por un detective y le encarga un caso. Quinn, lejos de deshacer el malentendido, se mete en el papel que le han adjudicado y se ve envuelto en una historia repleta de enigmas, complicadas relaciones paterfiliales, locura y delirio. En Fantasmas, segunda de las piezas, un detective privado y el hombre al que tiene que vigilar juegan al escondite en un claustrofóbico universo urbano. Por último, en La habitación cerrada el protagonista se ve confrontado a los recuerdos de un amigo de la infancia cuando la mujer de éste le escribe una carta explicándole que su marido ha desaparecido misteriosamente. La trilogía de Nueva York, sin duda una de las obras literarias más memorables de los años ochenta, es uno de los cimientos sobre los que se sustenta el prestigio internacional de Paul Auster. El escritor maneja, manipula y reinventa el género policíaco, del que hace una relectura posmoderna con tintes metafísicos. La trama detectivesca sirve como marco para plantear al lector un fascinante juego de espejos, símbolos, guiños y sorpresas; para explorar un mundo extraño, sombrío y perturbador, poblado de personajes fascinantes y ambiguos. El autor entreteje tres historias independientes que forjan mitos contemporáneos. Con la incorporación de este libro a nuestro catálogo sentimos la inmensa satisfacción de poder ofrecer al lector la totalidad de la obra narrativa de Paul Auster, uno de los escritores imprescindibles de este final de siglo.
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408 páginas impresas
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Opiniones

  • Jessica Garcíacompartió su opiniónhace 4 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo

    De esta trilogía, escogí el último relato; La Habitación Cerrada. Leí esta historia por primera vez cuando tenía 17 años y se quedó para siempre dentro de mi cabeza. Me dejó la intriga endemoniada del por qué Fanshawe se fue, por qué dejó todo y a todos así. Me atraía esa oscuridad. Por qué, por qué alguien hace eso? En ese entonces no lo comprendía pero ahora a mi edad ya lo sé perfectamente. La vida muchas veces te da motivos para decidir que ya nada importa, que ya nada te da vida. En esta historia vemos a un amigo del pasado buscando a quien ya es un desconocido, al genio loco. Y como esa búsqueda se torna en una obsesión enferma y autodestructiva para el protagonista.

  • Valeria Gonzálezcompartió su opiniónhace 4 años
    🔮Profundo
    🚀Adictivo

    Es alucinante como P. Auster puede sumergirte en sus historias y los eternos simbolismos de los que llena cada relato. Te das de cara con el lado más críptico y muchas veces absurdo de la condición humana.

  • Francisco Javiercompartió su opiniónhace 4 años
    🔮Profundo

    Te rompe la cabeza.

Citas

  • Danmgcompartió una citahace 3 años
    Las vidas no tienen sentido.
    No tengo intención de insistir en esto. Pero las circunstancias bajo las cuales las vidas cambian de rumbo son tan diversas que lo lógico sería no decir nada sobre un hombre hasta que muere. La muerte no sólo es el único verdadero árbitro de la felicidad (comentario de Solón), sino que es la única medida por la cual podemos juzgar la vida misma.
  • Danmgcompartió una citahace 3 años
    Pasaron muchos días. Temeroso, sobre todo, de ser atacado por los lobos —porque les oía merodear hambrientos junto al tejado de su iglú—, periódicamente salía fuera y cantaba a pleno pulmón para asustarlos. Pero el viento soplaba furiosamente, y por muy alto que cantase, lo único que oía era el viento. Sin embargo, si bien éste era un problema grave, el problema del propio iglú era mucho mayor. Porque Freuchen empezó a notar que las paredes de su pequeño refugio iban gradualmente cerrándose sobre él. Debido a las peculiares condiciones atmosféricas en el exterior, su aliento literalmente congelaba las paredes y con cada respiración éstas se volvían más gruesas y el iglú se hacía más pequeño, hasta que finalmente casi no quedaba espacio para su cuerpo. Ciertamente es aterrador imaginar que tu propia respiración te va metiendo en un ataúd de hielo, en mi opinión, es considerablemente más angustioso que, digamos, El pozo y el péndulo de Poe.

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