Todo lo que tengo lo llevo conmigo

Uno se acostumbra al desprecio

Llevo un equipaje de silencio.

Las mujeres de ciudad nunca discuten cuántos huevos se utilizan para la masa de la pasta, sino cuántos se pueden ahorrar. Y como ahorran de todo continuamente, sus recetas de cocina no valen ni como introducción a una obra de teatro.

Contar recetas de cocina es un arte aún mayor que contar chistes.

La justicia del pan no tiene prólogo ni epílogo, es sólo presente. Totalmente transparente o totalmente misteriosa.

El tribunal del pan no delibera, castiga. La tolerancia cero no conoce artículos, no necesita leyes. Ella misma es una ley, porque el ángel del hambre también es un ladrón que roba el seso

El ángel del hambre decía: La saliva alarga la sopa, y acostarse pronto acorta el hambre.

Fenja no era ni buena ni mala, no era una persona, sino una ley con rebecas de ganchillo. Jamás se me habría ocurrido compararla con otras mujeres, porque ninguna otra exhibía una disciplina tan torturadora y una fealdad tan inmaculada.

En Fenja lo horroroso era una perfección.

Sin duda era un cuadro leal de la dirección del campo, una oficial del pan, de lo contrario jamás habría logrado ascender al rango de dueña y señora del pan y cómplice del ángel del hambre