Las peripecias que viven los personajes de esta populosa ciudad, “situada a medio camino entre Xoxocotla y Fontaineblaeu”, no los sumergen, precisamente, en un estímulo de rutinas.
Edelmira Paniagua, viuda reciente, comienza a atisbar, indiferente a los aullidos de su suegra, en la delegación apestosa a orines, un camino diferente para su existencia… El padre Higareda, incómodo en el asiento del confesionario, ve descorrerse la cortinilla y asomar el rostro de un borracho que dice haber encontrado un ángel en su casa… Teodosio, el chofer de taxi, conduce su vochito por las calles lluviosas, pero se interrumpe al sentir en las costillas la presión de algo sólido que empuña un pasajero sonriente…
Profundo conocedor de los personajes citadinos y su léxico callejero, A. W. Schoening describe en “Dos de trompa y uno de maciza” una pintoresca ciudad ficticia que se parece sobremanera a México, D.F. que se parece sobremanera a México, D.F.