¡Ay corazón! Dime que no sientes,
que sobrevuelas los desengaños,
dímelo, aunque sepa que me mientes,
engáñame y cámbiate de lado,
que no notes el filo aguzado
de ese cristal punzante entrando,
abriéndote por el costado
y la vida vayas derramando…
¡Ay corazón!
¿por qué no eres de metal?
¡Si fueses de metal y rebotaran
todos los flechazos que te dan!