En una época en la que ser científico suponía tener que luchar todavía y antes que nada contra la superstición y la charlatanería, Antoine Laurent Lavoisier estaba contribuyendo con sus trabajos de manera decisiva al advenimiento de la química moderna, cuando se vio envuelto en el vendaval desencadenado en Francia por uno de los acontecimientos claves de la historia, no ya de ese país, sino de la humanidad: la Revolución Francesa.
Y ocurrió que aun siendo un claro defensor de los valores esenciales de está, tuvo la desgracia de verse implicado, durante la etapa más radical de la misma, en un proceso incoado por el Tribunal Revolucionario contra todos aquellos que, como él, tuvieron que ver con el sistema de recaudación de impuestos al servicio de la derrocada monarquía.
Eso le llevó finalmente a la guillotina, sin que sirviesen de nada los esfuerzos de su entorno de amistades, algunas bien posicionadas en la política del momento, por salvarle la vida, ante la férrea intransigencia de Robespierre.
La novela relata esos acontecimientos de forma amena para el lector, al tiempo que respetuosa con los hechos acaecidos y quiere ser, igualmente, un pequeño homenaje a la memoria de un hombre victima de la intolerancia, esta vez revolucionaria.
