Uno de los logros más notables en la sismología de las últimas décadas ha sido identificar los llamados sismos lentos, que ocurren en las zonas de subducción, por lo general a lo largo de los bordes entre placas, pero a profundidades mayores que aquellas en que éstos se traban y se cargan. Un sismo lento ocurre cuando una porción profunda de un borde divergente se mueve con lentitud, a lo largo de un periodo de días o semanas, sin generar olas sísmicas. De inmediato surge la pregunta: ¿un acontecimiento de este tipo podría ser la gota que derrama el vaso y que provoca después sismos grandes en trozos trabados adyacentes de la falla?