Nora Roberts

La imagen del amor

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A pesar de su sofisticada belleza, el corazón de la modelo Hillary Baxter seguía estando en el pequeño pueblo de Kansas en el que nació. ¿Cómo iba a ser capaz de resistir el arrollador encanto de su nuevo jefe, el fascinante magnate de las revistas de moda Bret Bardoff? Bret conocía muy bien lo que debía hacer y decir para destruir las defensas de una mujer. Sin embargo, a medida que fue descubriendo la encantadora inocencia que había detrás del rostro mundialmente famoso de Hillary, fue Bret el que se quedó sin defensas… contra los impulsos de su propio corazón.
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166 páginas impresas
Publicación original
2017
Año de publicación
2017
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Citas

  • Mariana Barancompartió una citahace 3 años
    Se sentía ligera y libre mientras bailaba al ritmo de la música. Se maravilló por el hecho de que hubiera dejado alguna vez que Bret Bardoff interfiriera en su vida. La sala parecía dar vueltas al ritmo de la música y la llenaba con una desconocida sensación de euforia. Paul le dijo algo al oído que ella no pudo comprender, por lo que se limitó a suspirar como respuesta.

    Cuando la música se detuvo, una mano la tocó en el brazo. Se giró y se encontró con Bret al lado de ella.

    –¿Acaso quieres tú bailar ahora conmigo? –preguntó ella mientras se apartaba el cabello del rostro.

    –Marcharme es más bien lo que tenía en mente –la corrigió él. Entonces, empezó a tirarle del brazo–. Y tú también.

    –Sin embargo, yo no deseo marcharme –dijo ella–. Es muy temprano y me estoy divirtiendo.

    –Eso ya lo veo –replicó él, sin dejar de tirar de ella–, pero nos vamos de todas formas.

    –No tienes que llevarme a mi casa. Puedo tomar un taxi yo sola. O tal vez Paul pueda llevarme.

    –Y un cuerno –rugió él mientras la arrastraba entre la multitud.

    –Quiero bailar un poco más –repuso Hillary. Entonces, se dio una rápida vuelta y se chocó de pleno con el torso de Bret–. ¿Quieres tú bailar conmigo?

    –Esta noche no, Hillary –suspiró. Entonces, miró atentamente a Hillary–. Supongo que tendré que hacer esto del modo más difícil.

    Con un rápido movimiento, se la echó al hombro y comenzó a abrirse paso entre los asistentes a la fiesta, que los observaban completamente atónitos. En vez de llenarse de indignación, Hillary empezó a reírse.

    –¡Qué divertido es esto! Mi padre solía llevarme así.

    –Genial.

    –Por aquí, jefe.

    June estaba al lado de la puerta con el bolso y el chal de Hillary en las manos.

    –¿Tienes ya todo bajo control?

    –Lo tendré –respondió él mientras salía del apartamento.

    Sacó así a Hillary del edificio y la dejó sin ceremonia alguna en su coche.

    –Ya está –le dijo–. Ahora, ponte esto.

    –No tengo frío –replicó ella. Entonces,
  • Mariana Barancompartió una citahace 3 años
    que haces aquí cuando estás solo?

    –Consigo encontrar distracciones –contestó Bret. Entonces, encendió un cigarrillo–. Además, nunca estoy solo. Las montañas están llenas de vida. Hay ardillas, conejos, zorros… Toda clase de pequeños animales.

    –Eso no es precisamente a lo que yo me refería por compañía… –susurró Charlene, con su voz más seductora.

    –Tal vez no, pero a mí me entretienen sin pedirme nada a cambio. Además, a menudo veo pasar ciervos muy cerca de la cabaña cuando estoy al lado de la ventana y también osos…

    –¿Osos? –repitió Charlene horrorizada–. ¡Qué espanto!

    –¿Osos de verdad? –preguntó Hillary, muy emocionada–. ¿De qué clase? ¿Osos grizzlies?

    –No, osos negros, Hillary –contestó Bret, sonriendo al ver la reacción

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