Después de todo, todos somos iguales bajo nuestra piel. Seas quien seas —hombre o mujer, rico o pobre, aristócrata o vagabundo, blanco, amarillo, rojo o negro, de cualquier país, nacionalidad o religión—, todos nosotros somos semejantes sintiendo frío y hambre, amor y odio; todos nosotros tenemos el desastre y la enfermedad, y tratamos de preservarnos de todo daño y de la muerte.