Me intrigó levemente la presencia de otra argentina en París, encore une, pero no pregunté más y durante bastante tiempo Carmen no me dijo nada acerca de ella. Otro día, al pasar, me dijo, volvió la vieja, parece que ha vivido en muchos países y cuenta que estuvo casada con un chileno, hace grabados bastante impresionantes, con formas monumentales, muchos caballos, no sé si me gustan. Vive perdiendo los anteojos, agregó Carmen, hoy nos contó que al no encontrarlos esta mañana se había maquillado a ciegas y que los chicos del barrio la seguían por la calle gritando Crayon! Crayon! Se llama Delia, agregó al pasar.
Solo meses después caí en la cuenta de que era Delia del Carril, la primera mujer de Neruda, a quien llamaban La Hormiga. Pero para entonces la pintarrajeada Crayon Crayon ya no iba al taller y me quedé con las ganas de conocerla. Vi, sí, algunos de los caballos que había dejado atrás; me gustaron mucho.
Posdata: Hace poco más de un año quise volver a ver el atelier de Hayter, recordar aquellos años, pero no reconocí el lugar. Me volvía hacia el hotel cuando en la esquina de la rue d’Assas y la rue Guynemer por casualidad levanté la vista y vi una placa que indicaba que allí, en 1896, entre no sé qué meses, Augusto Strindberg había pasado une phase décisive de sa vie. Me distraje de Hayter, preguntándome cuáles serían las fases no decisivas de la vida de Strindberg y, en general, de la de cualquiera de nosotros.