Esta vez llegó hasta un gran lecho de flores bordeado de margaritas con un enorme acebo en el centro.
—Oh, Lirio Atigrado —dijo Alicia, dirigiéndose a uno que se mecía al viento con garbo—, ¡ojalá pudieras hablar!
—El hecho es que sí podemos —dijo el Lirio Atigrado—, siempre que haya alguien con quien valga la pena hacerlo.