Como siempre, son las pequeñas cosas que a mí me perturban, cuestiones insignificantes, llamadas telefónicas, visitas inoportunas, obligaciones postergadas que me desacomodan. Es muy simple, para mí no hay otra salida que el aislamiento absoluto, vivir fuera de todo, en un espacio cerrado, sin futuro. No me queda otro camino que aprender a cerrarme, a refugiarme en una zona propia, altiva, amurallada, y trabajar como si el mundo no existiera.