Esther Llull

El cuenco de la alegría congénita

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Aida y Ana se conocen en El Escorial, en una de las escuelas de bailes de salón y danza que organiza la residencia de estudiantes. Allí, Aida, que es la joven adolescente, empieza a despertar su inocencia y sus primeras sensaciones ante el amor y los sentimientos. Su amiga Ana, joven más experta, la instruye y la anima a que se defiendan juntas de las intenciones de algunos chicos. Lo cierto es que Aida despierta un sentido común mucho más resguardado por su inocencia y por su gran fuerza e idealismo, al conservar la pureza de sus sentimientos. Mientras que Ana, que es una gran seductora, se divierte más con las contradicciones que despierta ante el deseo de los hombres y, al mismo tiempo, ella es presa de sus propios deseos y contradicciones. Ella no inhibe sus inclinaciones naturales, pero es presa de la misma moral que ella critica."Epílogo de la inocencia perdida: A Ana lo bello no le parece bueno o malo, ella trata de recuperar la inocencia perdida, tal vez, y la encuentra en su amiga Aida. Pero Aida, al mismo tiempo, desarrolla otro vínculo de amistad más sólido y que le da más apoyo.La moralidad juega con cierta inhibición de los instintos, pero se desvela en ella otra cosa, que es que la falta de moralidad nos hace perder la inocencia. Tampoco podemos soportar por mucho tiempo un orden de razón superior, porque desarrollamos muchos mecanismos defensivos que nos engañan. Contra la indiferencia de los demás, cuando uno se enamora, se atreve completamente en todos los sentidos, es lo que nos enseña Aida. Ella sentía curiosidad por el mundo, y era como amarlo: es lo mismo. Esa inocencia radical es el amor, esa curiosidad, que luego le enseñan a perder. Porque a medida que ella crecía en su ser, su inocencia florecía por sí sola. Sólo un día encontraría así en su corazón el amor que lo aceptaba todo. Pero Ana piensa de forma diferente, uno siempre es inocente de aquello de lo que se enamora, pero una cosa es la inocencia y otra es la simpleza. Ella pone muros, fabrica defensas emocionales, físicas e intelectuales y luego como Penélope las desteje a su antojo. Pero puede perder en este juego de la vida y ella lo sabe.Pero Aida, protegida por una inocencia interior, cree que el amor es como una sensación física especial de lo infinito, que a ella le parece muy hermosa. Ella no focaliza ese amor en un punto, en una persona, en una circunstancia, sino que agrandaba su visión y veía todo como un gran paisaje y eso, la persona amada, estaba en ese paisaje. Aida creía que el amor estaba muy relacionado con esto, con una especie de búsqueda hacia el inconsciente, hacia el infinito, y se necesitaba mucha inocencia y mucha pasión, de nuevo, ante la resistencia al cambio y a la incomprensión de los otros.
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172 páginas impresas
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