En Gran Bretaña, casi una cuarta parte de la población adulta toma un medicamento psiquiátrico al año, lo que supone un aumento de más del 500% desde 1980 y las cifras siguen creciendo. Sin embargo, a pesar de esta epidemia de prescripción, los niveles de enfermedades mentales de todo tipo han aumentado en número y gravedad.
El Dr. James Davies sostiene, a partir de una gran cantidad de estudios, entrevistas con expertos y análisis detallados, que esto se debe a que hemos caracterizado el problema de forma fundamentalmente errónea. Muchas de las personas a las que se les diagnostica y prescribe medicación psiquiátrica no padecen problemas biológicamente identificables. En cambio, experimentan las comprensibles y, por supuesto, dolorosas consecuencias humanas de las dificultades vitales: rupturas familiares, problemas en el trabajo, infelicidad en las relaciones, baja autoestima. Hemos adoptado un modelo médico que sitúa el problema únicamente en la persona que lo sufre y en su cerebro.
Para estas personas se ha producido un desequilibrio en la disposición de ayuda en el que te ofrecen una infinidad de intervenciones farmacéuticas y médicas frente a las terapias basadas en la conversación y la prestación psicológica social, que pueden facilitar mejor el cambio significativo y la recuperación.
Según el Dr. Davies, «al sedar a las personas sobre las causas y soluciones de su angustia socialmente arraigada -tanto literal como ideológicamente-, nuestro sector de la salud mental ha acallado el impulso de la reforma social, lo que ha distraído a las personas de los verdaderos orígenes de su desesperación, y ha favorecido resultados principalmente económicos, al tiempo que ha presidido los peores resultados de nuestro sistema sanitario».