Creo que cuando uno ama profundamente a alguien, radicalmente, quiere morirse con esa persona en el mismo instante y en el mismo lugar. Y tal vez, lo que después hemos dado en llamar pecado original, caída y todo el lenguaje cristiano-judío no es otra cosa que ese olvido, nos olvidamos de eso y finalmente nos morimos separadamente. Toda nuestra vida «de adulto» es el olvido de que en la infancia uno quiso morirse con los seres que realmente amaba. Y ése es uno de los deseos más profundos, más fuertes y más básicos que se anidan en todos los seres humanos y que desgraciadamente olvidamos. Olvidamos que amar es sobre todo desear morirse con el otro.