En una ciudad como Buenos Aires, donde se practicó el contrabando más ingente que vio el mundo, contrabando que llegó a convertir en una verdadera zona franca todo el Litoral y que modificó hasta sus estructuras sociales y políticas, pues creó una oligarquía gobernante que desplazó a las familias fundadoras o beneméritas hacia la zona rural, usufructuando en forma excluyente los mejores solares urbanos, así como dominó políticamente a la ciudad monopolizando por compra o remate en pública almoneda todos los cargos municipales, jaqueó a todos los gobiernos incorruptibles no desechando ningún medio, incluso los delictuales; y llegó, no sabemos por qué ocultos caminos, a influir en la Audiencia de Charcas y en el Consejo de Indias para la designación de los más importantes funcionarios: en una ciudad así, donde existe red subterránea tan intrincada y compleja que requirió no solo trabajos importantísimos, sino gruesos caudales para su construcción, los que solo los poderosos confederados tenían, no es posible dudar un instante de sus objetivos y destino.