Dicen que está en el cielo, pero me gusta más imaginarla en su ataúd, bajo tierra, descansando de su enfermedad. Nadie golpea la madera que la protege. Todo es silencio allá abajo. Dormida. Nunca va a despertar.
Si ella fuera como el aire, si viviera arriba y por encima del mundo, vería demasiadas cosas que la pondrían triste, se mojaría con la lluvia, los relámpagos la incendiarían, se volvería a morir. El atardecer sería su cabello ardiendo como el sol herido, el camino de oscuridad que dejaría en su huida.