En aquella época oscura y frenética, sólo las naturalezas ferreas eran capaces de sobrevivir. Era el año de gracia de 1356 y una guerra que duraría cien años comenzaba a desgarrar las entrañas de Europa. Para Margaret de Ashbury y su esposo Gregory de Vilers había llegado el momento de la despedida- Habían tenido poco tiempo para estar juntos y, además, ¿qué más podían esperar de un matrimonio producto de un rapto y contraído absolutamente por interés? Nada. Nada, salvo que los inescrutables caminos del amor habían trazado para ellos un destino compartido. Porque, en ese poco tiempo, Margaret y Gregory habían llegado a conocerse y el día de su separación una embriagadora e inesperada sensación de sentimientos hechizaría sus corazones. Pero ninguno diría nada y, de esta forma, mudos y sin mediar palabras, Gregory partiría a la guerra.Con la angustia de la ausencia, Margaret iría comprendiendo el afecto que día a día crecía en su corazón… Estaba enamorada. Tan profundamente enamorada que, cuando la noticia de la desaparición de su marido llegó hasta sus oídos, no dudaría en partir en su búsqueda. La suerte estaba echada y, sumándose a un extraño par de alquimistas que partían hacia Francia con la intención de encontrar la piedra filosofal y el León Verde. Margaret se enfrentaría a su propio hado. El desafío era enorme: tendrían que adentrarse por un territorio devastado por los fantasmas de la violencia, el hambre y la muerte.
