Reina del grito

tener miedo y seguir adelante también es una forma de valentía.

Lo pasé fatal, pero los miedos prestados siempre son más llevaderos que los propios.

Lo bueno es que, a la vez que comprendí que engendrar no me daba ningún superpoder (alguien debe acabar con ese híbrido de leyenda urbana y cursilería infinita), un día me di cuenta de que ese miedo a fracasar como madre, al contrario que muchos otros de mis temores, no me paralizaba.

Me hubiera encantado ser preadolescente una década después, porque seguro que habría caído en mis manos Ginger Snaps (2000), una película maravillosa que relaciona menstruación y licantropía, y en la que la protagonista, una adolescente de los suburbios que está obsesionada con la muerte, se convierte en una mujer lobo cuando le viene la regla.

Las scream queens, por ejemplo, las actrices que asociamos automáticamente al cine de terror, me han asustado y me han hecho más fuerte al mismo tiempo

Me cuesta reducir Twin Peaks a una sensación concreta porque es inabarcable. Y me cuesta hablar de ella en pasado porque para mí está siempre presente, porque es absurdo añorar una ficción que no ha dejado de expandirse de las maneras más imprevisibles y brillantes y, encima, rompe el tiempo desde dentro.

Amenaza en la sombra (1973) de Nicolas Roeg

cómo convivíamos cada una de nosotras con el miedo y qué herramientas usábamos para combatirlo.

Nico sentada y Elliott, que entonces tenía cinco años, de pie apoyado en el respaldo

Y las adoro, sobre todo, porque ver (o creer ver) mis miedos representados en una película y observarlos desde la distancia me permite analizarlos y me ayuda a enfrentarme a ellos