Pedir un deseo a una estrella fugaz encierra mucho más que un anhelo. A veces es justo en ese preciso instante, en el que cerramos los ojos y ponemos nombre a nuestros sueños, cuando tomamos consciencia de la existencia profunda de esos deseos. Una vez descubiertos, podemos arroparlos y mantenerlos en secreto en el interior de nuestro corazón. ¡O gritarlos a los cuatro vientos! El color, por fin, inunda la vida de Sara. Más que nunca está decidida a perseguir sus sueños y, ÉL, es su deseo por cumplir. ¡Pero nadie dijo que fuera fácil! Algunos de esos deseos pueden cumplirse de una forma muy distinta a como lo soñábamos y, en esos casos, nos toca valorar si estamos abiertos y receptivos a escuchar otras posibilidades que nos ofrece la vida. Otros sueños, a medida que se cumplen, pueden darnos tanto miedo que seamos nosotros mismos quienes pongamos barreras para frenarlos.