En estas trece historias esa capacidad para la prospección en el alma humana se erige como principal elemento de cohesión. Escritas entre 1868 y 1908 y publicadas en diferentes revistas, todas ellas tienen en común esa exposición del ser humano como artífice de sus propios fantasmas: de sus propios miedos, deseos o frustraciones, si lo prefieren. En estos cuentos los verdaderos entes terroríficos suelen ser los propios personajes.