No hay nada que ver salvo la vasta oscuridad. Si pienso de manera racional, sé que hemos pasado al lado oscuro de la Tierra. Nos deslizamos por la sombra y, entonces, el cielo se llena de magia. Las estrellas aparecen. Millones de ellas, en todo su esplendor.
No son las estrellas que recuerdo de antes del meteorito. Son claras y estables, sin una atmósfera que las haga brillar.