Las vidas no pueden ser tenidas en cuenta en relación al bien y el mal. La cultura, la moral y las ideologías sí, pero no las vidas.
¿Acaso lo que está bien y lo que está mal, no lo dice alguien en la cabeza de uno? ¿No es eso un ordenador, un controlador del lugar que uno ocupa en el mundo?
¿Cómo un sujeto que quiere crecer va a tener en cuenta estos criterios? ¿Cómo hacemos para tener una vida propia si estamos sujetados a lo que otro diga que está bien o está mal?
No podemos pensar en una clínica psicopatológica que considere que el control de algo es sano. No hay eso: no hay forma de negociar con la pulsión.
El psicoanálisis, única práctica que considera este asunto, plantea lo siguiente: No sé si mis manos son buenas, si son malas, si son lindas o feas, pero éstas son las manos que me han dado, y con ellas hago lo que quiero yo.
Tal vez tus manos no sean buenas manos como para que tu vida esté en tus manos, pero son las manos que tienes. ¿Quieres saber de esto? ¿Quieres tenerlo presente?
