El vuelo del ganso salvaje

ser humano no es solo un ente social sino también un ser metafísico. En otras palabras, no es tan solo un individuo social sino también una personalidad. Sería erróneo, por tanto, confundir lo que está por encima del individuo con la sociedad. Porque, al actuar así, dejamos de lado la faceta metafísica de la persona, que es realmente lo que se halla por encima del individuo, fuera de nuestra consideración. Porque es en la personalidad, y no en la masa, donde debemos buscar el auténtico principio supraordenado.51

el misterium tremendum del ser. A diferencia del resto de los animales, el humano no solo sabe que mata cuando lo está haciendo, sino que también sabe que morirá y que la duración de su vejez es –como la infancia– una vida en sí misma, tan larga como pueda serlo la vida de muchos animales

Parece que, después de todo, estemos condenados a afrontar el problema de la imaginería del mito desde una perspectiva fundamentalmente histórica. Existe un interesante pasaje en una carta de Charles Darwin (dirigida a cierto W. Graham, que le había preguntado respecto a sus creencias religiosas) en el que sugiere que hasta la imagen de Dios podría ser tan solo una impronta grabada en la mente humana a lo largo de siglos de enseñanza

la esfera social la que nos permite desarrollar las facultades que consideramos más específicamente humanas, como la postura erecta, el lenguaje y el pensamiento raciona

humano por el universo se abre a una iconografía de animales mensajeros. Las grandes cuevas no eran los escenarios de la vida doméstica, sino los santuarios donde tenían lugar los rituales de los hombres (los rituales de caza llevados a cabo por quienes dependían de ella y los ritos de iniciación al sustrato mitológico de ese riguroso estilo de vida). Las cuevas eran peligrosas y estaban absolutamente oscuras. Las pinturas plasmadas

estricto, su reducción a la religión. Hasta donde llega mi conocimiento, los mitos atribuyen el origen de los cultos y los símbolos a videntes individuales (soñadores, chamanes, héroes espirituales, profetas y encarnaciones divinas). Cuando se le preguntó a Halcón Volador, por ejemplo, cómo su pueblo había llegado a crear sus cantos, respondió: «Los hemos soñado. Cuando un hombre se retira a la soledad, sueña con una canción».24

Pero, ya sea temporalmente primario o secundario, el pensamiento sensible, la visión esotérica, ha desempeñado, ciertamente, un papel esencial en el modelado de las tradiciones, puesto que ha aparecido allí donde los sacerdotes y los chamanes han conservado y desarrollado la herencia de los mitos y de los símbolos

Allí donde los mitos siguen siendo símbolos vivos, las mitologías pueblan el mundo onírico con este tipo de imágenes. Pero donde proliferan los teólogos sistemáticos y las personas de mentalidad estricta han ganado la batalla, las imágenes han terminado anquilosándose en proposiciones. En tal caso, la mitología se ve reducida a ciencia o historia, el símbolo se transforma en hecho, la metáfora en dogma y aparecen las disputas entre las diferentes sectas que toman equivocadamente los símbolos (el vehículo local de lo atemporal) como si se tratara de la realidad última (el contenido inefable)

En otras palabras, las analogías mitológicas, teológicas y metafísicas no se refieren solo a un término parcialmente comprendido y comprensible, sino a la relación existente entre dos términos, uno de los cuales es empírico y el otro metafísico (y, en consecuencia, absoluta y eternamente incognoscible desde cualquier perspectiva humana)

menos que los mitos puedan ser comprendidos –o sentidos– como verdaderos, carecerán de fuerza, magia y encanto para las mentes sensibles y se convertirán en meras curiosidades arqueológicas, aptas tan solo para formar parte de una clasificación reduccionista