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Thomas Harding

Hanns y Rudolf

Eran los meses de invierno de 1946. Hanns Alexander–alemán, judío– se propone encontrar a Rudolf Höss, elKommandant de Auschwitz y responsable de la muerte demás de dos millones de personas. Höss había huido a travésde un continente en ruinas y se ocultaba bajo una nuevaidentidad. Era, además, el único hombre cuyo testimoniopodía garantizar que se hiciera justicia en Núrembergy saliera a la luz toda la dimensión del Holocausto.
Rudolf Höss había nacido en una casa aislada de la SelvaNegra en 1901, hijo de un padre fanático e intolerante, al quetemía y despreciaba, y una madre distante que a menudoestaba enferma. Huérfano de padre a los trece años, su madredifícilmente podía asegurar la subsistencia de la familia,por lo que Rudolf se alista en la Cruz Roja cuando estallala Primera Guerra Mundial, deseoso de servir a su patria.Es enviado al frente, donde cae herido dos veces, y alfinalizar la contienda es condecorado por el Gobierno alemán.
Hanns Alexander había nacido en Berlín en 1917, hijode uno los médicos más apreciados de su tiempo.Por el espacioso y elegante apartamento de los Alexander,situado en el corazón de la comunidad judía de la capitalde Alemania, pasaban conocidos pacientes como AlbertEinstein, Max Reinhardt, Richard Strauss o Marlene Dietrich.Pero al tiempo que la situación económica y social de losAlexander era cada vez más sólida, el nazismo se enraizabaen la sociedad alemana de los años treinta. Rudolf se alistaa las SS y Hanns ve cómo su mundo se hunde.
A través de las vidas de ambos, este libro describe la historiade Alemania desde los años de la Primera Guerra Mundialhasta el horror de los campos de exterminio y la derrotadel nazismo. Y saca a la luz por primera vez el apasionanterelato de la captura de Höss.
498 páginas impresas
Publicación original
2014
Año de publicación
2014
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Citas

  • jorgelandabcompartió una citael año pasado
    Un día, los niños se acercaron a la costurera de la familia, Janina Szczurek, y le pidieron que les hiciera brazaletes con insignias como los que llevaban los prisioneros del otro lado de la tapia del jardín. Klaus, el mayor, se puso la insignia de un Kapo, mientras que los demás se prendieron formas de distintos colores –estrellas amarillas, triángulos verdes, triángulos rosa– que llevaban puestos los demás prisioneros. Los niños inventaron un juego donde fingían ser internos, mientras que Klaus les ordenaba lo que tenían que hacer. Su juego concluyó de forma abrupta cuando llegó su padre. Les dijo que no aprobaba aquel juego, les arrancó los distintivos, y se los llevó dentro de la casa. Rudolf no castigó a la costurera, pero le hizo una severa advertencia

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