El ganado –siguió diciendo Dajaal–, aterrado, se dio a la fuga, los asnos rebuznaban sin parar, las gallinas no pusieron huevos en varias semanas. Nuestras mujeres notaron el cambio en sus ciclos mensuales, sus almas quedaron dañadas de forma irreparable. No hubo ni tiempo para el dolor, nuestros muertos fueron enterrados ese mismo día.