Navegación y comercio, junto con ferrocarriles, técnica y auge demográfico, impulsaban la Revolución Industrial, y las compañías inglesas, francesas, holandesas, belgas extraían con avidez materias primas, productos exóticos y un elemento, el marfil, que se había convertido en fetiche y símbolo de riqueza. España, mientras, languidecía en el recuerdo de sus perdidas provincias americanas