Memorias de una infamia

Mi madre, sus hermanos y un grupo formado por jóvenes trabajaban para intentar ayudar a hombres y mujeres a desarrollar un sentido comunitario, a exigir escuelas y a mejorar su forma de vida.

México era el país de la desigualdad y algo le tocaba aportar a ella para favorecer la equidad y «eso no se construye desde un consultorio, sino desde la trinchera de la calle», decía.

el amor es ilimitado cuando somos capaces de perdonar, de aprender a querernos en nuestras similitudes y a disentir en nuestras diferencias sin declarar la guerra por ello.

Mi abuela me narraba que sus amistades desde 1936 hasta 1939 se debatían por un estado diferente, en la guerra civil española contra Franco, y de 1939 a 1945 la locura de la Gran Guerra les enseñó el valor de la comida, de la amistad y del amor a la vida y a la paz social e individual.

A su alrededor, las redes de amigos intentaban subsistir en un mundo dominado por Franco, Mussolini y Hitler.

en Portugal dominaba el dictador Salazar, el ungido de Dios, con su temeraria policía política PIDE.

Los dos decían que en nuestra sangre estaba la rebelión a todas las formas de esclavitud.

«No construimos el presente, sino el futuro; por eso el temor es una herramienta de la inteligencia, nos alerta para pensar y trazar caminos»,

Mi abuela sonreía dulcemente, era una extraordinaria historiadora, quien sabía a ciencia cierta que la vida es demasiado breve para arrepentirse de nada, y que la soberbia humana nos impide entender que las rebeliones sociales son sólo pasos diminutos que abren camino a quienes vienen detrás. Marie Rose, quien me miraba con sus ojos verdes y luminosos, insistía en que la vida no debe perderse en el angustioso encierro del miedo al enemigo: «No construimos el presente, sino el futuro; por eso el temor es una herramienta de la inteligencia, nos alerta para pensar y trazar caminos», aseguraba mi abuela.

Tener conciencia social para mis abuelos no era un lujo intelectual, sino una forma de supervivencia en una Europa que transitaba entre guerras y la transformación social