Hay paraísos que son endebles. Casi se podría decir que son como trampas mortales para su población. Esto ocurre cuando, por sus características geográficas o políticas, la mayor parte del abastecimiento primordial debe importarse del exterior, lo que comporta que sus habitantes asuman, incluso sin saberlo, el riesgo que supondría la interrupción de ese flujo de víveres y enseres necesarios para la supervivencia. Si algo ocurriera que ocasionara tal colapso, las consecuencias afectarían, de manera trágica, a todos y cada uno de ellos.
El autor sitúa la acción de esta novela en Canarias, cuya realidad es tal como se ha dicho, y lo hace con una reflexión cruda sobre el desarraigo, la migración, la desesperación y, en última instancia, la supervivencia.