Antología de poetas españolas

Cuando sueñas tus sueños en voz alta

sentado en mis rodillas,

yo noto la pobreza de los míos,

Me traspasa la luz. No me conozco.

Soy apenas un soplo de la tarde.

ella desconoce el feroz destino

de sus visiones

ella tiene miedo de no saber nombrar

lo que no existe

Ando la vida muerta de cansancio,

inclinándome al peso
de este afán, al que busca mi esperanza
un horizonte nuevo,
un lugar apacible en que repose
y se derrame luego
con la palabra audaz y victoriosa
dueña de mi secreto.

Solo es cierto el amor, áspero y fuerte, inconstante y dolorido,

Tú no sabes aún que he cercado tu orilla,
que sueñas por la noche el color de mis ojos,
que tus manos en sombra
dirigen su tanteo hacia mi soledad.

Cómo quiero tu boca

cuando te alejas!

Permanencia del pensamiento en el paisaje

Cada rama demuestra

un alto pensamiento.

Cada raíz responde

a un goce permanente.

Cada nube es un sueño

que se deshace en rosa.

Cada soplo de viento

es un latido breve.

Cada charco de lluvia

espera una mirada.

Cada hoja olvidada

una palabra muerta.

Cada señal de vida,

una vida que pasa.

Depende una eternidad

de solo un instante incierto:

¿pues cómo se pasa instante

sin dar pasos a lo eterno?

¡Oh, ser que me das el ser,

toma este ser que me das,

que yo no quiero ser más,

que ser en quien es mi ser!

Puede, tal vez, engañada

la humana naturaleza,

tener por propia riqueza,

la que de ti es derivada.

Y entonces, precipitada,

engreírse más y más.

Tú, señor, que viendo estás

lo que mi engaño no advierte,

si con él he de ofenderte,

toma este ser que me das.