Via Corporis

Ya no se abren esos ojos

que me miran como nunca;

esos que llaman

“ventanas del alma”

y me llaman;

que ofrecen certidumbre,

confianza, juran

conducirme a buen puerto,

llevarme de la mano

sin mano. )

Comienzo a hablar de atrás para adelante.

La lengua entumecida, los ojos a media asta.

Comienzo a hablar de la otra vida.

No del misterio.

La que conozco, y me aguarda.

Como si me hubieran dado un golpe, pero no.

Como si me hubieran cincelado el cráneo

y por ningún lado apareciera el instrumento de tortura.

Como si viviera en otra esfera a plenitud.

A plenitud. Otra esfera. Si viviera.

Ni en sueños he llegado a la bellísima vía láctea,

esa que ansío reconocer de lejos, pedirle,

personificándola,

que me conduzca al entendimiento sumo,

a la esencia de las cosas

en su albura.

Y mira lo que son las cosas:

ya mis iniciales están chorreando

como rojas cataratas,

para que cuando termines de desenrollar

el ligero pergamino de nuestra historia,

sólo quede el aire que nos meció al principio,

en un moisés invisible.

Me ha roto el corazón en pedacitos,

añiquitos, añitos (de toda una vida juntos),

astillitas, astrolabios,

al clavarme

una espada

dulce

inocente

de criatura recién llegada

No te vayas, no te me vayas. Qué fácil despedirte entre signos

de interrogación. Antes de que logres contemplar el famoso

túnel iluminado de que hablan quienes han estado casi

al borde; antes de ese último aliento de la conciencia,

el del hallazgo de los seres queridos que han partido, esa

felicidad suprema que no alcanzan a saber si será

bienaventuranza, te voy a jalar para acá.

Y ésa fue

la historia. Así se te fue escurriendo el mayúsculo eufemismo.

Y en vez de ir palideciendo como todo el mundo al aguantar

la respiración, ennegreciste paso a paso, por voluntad propia

o ajena, hasta sollozar materia oscura, paradójicamente sucia,

lugar compartido de todo lo inconfeso, que no se alcanza

a apreciar jamás en esta realidad construida de necesidades

elementales. Luego comenzó a nevarte encima, a apagarse

hasta la última chispa. Así te presentas en diversas escenas

de mis sueños, no has parado de llorar. De lloverme.

Hasta nunca desaparecer. Hasta siempre

melancolía en

carnar,

caer,

arrojarse

hasta partir

de tus brazos

suave, lisamente.

Ser tu prófuga,

tu embozo.

No me llames. Ya no respondo a nombre alguno.

Yo misma lo ignoro, quedan sólo letras sueltas.

No te llamaré, tampoco.

Tú

serás quién sabe quién.

Yo

seré quien quiero ser.

Inventé un accidente, una prueba así, al azar. Súbete

al columpio (te seduje) y vas a volar (te convencí),

te lo prometo (te mentí). Te lancé por los aires. Te grité

que te soltaras. Me hiciste caso. Siempre tan obediente.