Estar en su lugar

No representa la lengua el hogar que nunca nos abandona? Lo propio o la probidad [...] más próxima a nuestro cuerpo, que daría lugar al lugar más inalienable [...]. ¿No es la lengua una especie de segunda piel que llevamos encima, un hogar móvil? Pero es también un hogar inamovible, pues se desplaza con nosotros».244

Quien vuelve a casa después de años de guerra o de exilio nunca encuentra allí su viejo «hogar».

¿Es posible hacerse un sitio allí donde nos arroja el azar?

La falta y la ausencia, de los demás y de uno mismo, juegan un papel que no se puede pasar por alto. La persona desaparecida sigue estando presente, solo que, como dice Jean-Bertrand Pontalis, ha «dejado de ser audible y visible».221

Si es posible escribir un libro entero sin la letra E, también lo es vivir toda una vida con el vacío de una ausencia que lo llena todo. Si se puede escribir un libro sin la E, que es la letra de la que Perec tenía más necesidad en su lengua materna, también se puede vivir toda una vida sin las personas a las que más necesitamos. Podemos proseguir con el relato de nuestra existencia, aunque esa ausencia altere nuestra gramática y ensombrezca nuestro vocabulario.

Me gustaría que hubiera lugares estables, inmóviles, intangibles, intactos y casi intocables, inmutables, arraigados; lugares que fueran referencias, puntos de partida, orígenes:

Mi país natal, la cuna de mi familia, la casa donde hubiera podido nacer, el árbol que habría visto crecer (el que mi padre habría plantado el día de mi nacimiento), el desván de mi infancia lleno de recuerdos intactos...

Tales lugares no existen y, como no existen, el espacio se vuelve pregunta, deja de ser una evidencia, deja de estar encarnado, deja de ser apropiado. El espacio es una duda [...], nunca me es dado, tengo que conquistarlo.

GEORGES PEREC,

¿Dónde salgo en la foto de familia? ¿Qué aspecto tiene mi árbol genealógico? ¿Cuál es mi lugar en ese gran rompecabezas de encajaduras familiares?

El cuerpo es ante todo un «aquí», el lugar contingente y accidental en el que me encuentro atrapado.

Ceder al deseo es un modo de desprenderse de uno mismo o descubrirse como otro.

Si decidimos abandonar nuestro lugar es por todo lo que nos impide ser